La cocaína es una droga
estimulante y altamente adictiva, aislada por primera vez en 1.859 y que, a
partir de la década de los 90 comenzó a popularizarse de forma alarmante. Hoy
por hoy, se ha convertido en una especie de medicamento ilegal con el que
muchos tímidos, inseguros, depresivos, etc. pueden afrontar la vida con menor
temor (mientras dura el efecto: véase “Dr Jeckill y Mr Hyde”). O en una válvula
de escape para personas que necesitan “desconectar” y zambullirse de vez en
cuando en un éxtasis de diversión desenfrenada. Y para los más ambiciosos, en
el plano económico o social, proporciona la ilusión de convertirse en personas
de “éxito”, con energía suficiente para abarcarlo todo.
Su consumo puede ser muy
atractivo porque (en dosis moderadas) facilita la desinhibición, la locuacidad,
produce euforia, disminuye la sensación de fatiga, sueño y hambre, incrementa
el deseo sexual, etc. Pero la cocaína tiene sus riesgos y efectos secundarios
(aunque creas que no estás enganchado/a y sólo la consumes esporádicamente):
· Médicos à desde alteraciones del sueño, pérdida de peso, ulceraciones nasales,
hemorragias, cefaleas, congestión torácica, ronquera, taquicardias, arritmias,
etc. hasta fallos cardíacos, hemorragias cerebrales, convulsiones con pérdida
de conciencia, fallos respiratorios, problemas del hígado, complicaciones en el
embarazo (abortos espontáneos, defectos neurológicos en el feto o malformación
fetal, nacimiento prematuro), o incluso, el fenómeno de “muerte súbita”
· Psicológicos: desasosiego, agitación, irritabilidad/ agresividad,
verborrea, ansiedad, ideación paranoide, depresión, culpa, vergüenza,
desmotivación/ apatía, etc. E, incluso, un brote psicótico en algunos casos de
intoxicación aguda.
· Sociales, familiares y laborales: empobrecimiento de las relaciones sociales
(la persona tiende a relacionarse sólo con su círculo de adictos), problemas
económicos, deterioro de las relaciones laborales y familiares,
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