El modelo A B C de la conducta, nos dice que cuando estamos en una determinada
situación (A) es imposible no hacer una evaluación o interpretación de
la misma (B) lo cual provoca una reacción emocional y un comportamiento
(C). Es decir postula que, aunque la situación o evento es importante,
por sí misma no es la que causa la emoción y la conducta sino que es la
combinación de la situación más la interpretación, la que la provoca.
Esa idea viene de antiguo: parte del filósofo griego Epícteto quien
sostuvo que no son los acontecimientos los que determinan nuestro estado
emocional, sino cómo decidimos sentirnos en relación con esos
acontecimientos. Y, posteriormente, fue desarrollada por el pionero
psicólogo cognitivo Aaron T. Beck quién afirmó que la mayoría de las
depresiones, así como la ansiedad, eran simplemente el resultado de una
forma de pensar ilógica y negativa que distorsiona la realidad.
Aclaremos esto con un ejemplo:
- (A = hecho objetivo o acontecimiento) Pedro suspende un examen de estadística à (B = interpretación del hecho) Pedro se dice a sí mismo que es incapaz de aprobar esta asignatura por más que se esfuerce à
(C = consecuencias o sea emoción + conducta) Pedro se deprime y anula
la cita que tenía con unos amigos para ir a cenar el viernes por la
noche.
- (A) Juan (compañero de Pedro y con unas aptitudes y conocimientos parecidos) suspende también el examen de estadística à (B) se dice a si mismo que no ha estudiado lo suficiente à
(C) se siente mal pero no se deprime, no anula ninguno de sus
compromisos sociales e intenta planificar mejor sus estudios asignando
más tiempo a esta asignatura que ha suspendido.
Conclusión:
si somos capaces de controlar nuestros pensamientos, nuestro diálogo
interno, ajustándolos el máximo posible a la realidad, también seremos
capaces de controlar y cambiar nuestro mundo emocional y nuestras
conductas disfuncionales o problemáticas. Esa idea se contrapone a la de
las personas que piensan que su estado anímico viene determinado por
los sucesos que les acontecen o por lo que los demás les “hacen” y que
poco o nada pueden hacer por sí mismas para cambiarlo. Es verdad que los
acontecimientos externos influyen en nosotros, unas veces más y otras
menos, pero siempre tenemos un margen de libertad para decidir cómo nos
queremos sentir a pesar de todo.
Ahora
bien, ¿cómo se hace esto?, ¿cómo conseguimos “cambiar el chip”? Pues
bien, la terapia cognitiva nos ofrece herramientas para cambiar los
pensamientos que nos hacen daño por otros más apropiados a cada
situación.
También cambiando nuestro comportamiento directamente, podemos cambiar nuestra forma de pensar y nuestras emociones. Pero de eso hablaremos en otra ocasión.