A veces, no sabemos cómo “romper el hielo” en un
encuentro con personas desconocidas y tendemos a aislarnos o/y a esperar que
sea el otro quien tome la iniciativa. Por ejemplo, en una fiesta en la que no
conocemos a casi nadie. Debra Fine, en su libro “saber qué decir”, enfatiza que
las conversaciones informales pueden ser muy importantes para establecer
empatía con la gente y una puerta de acceso a relaciones más profundas (después
de todo, nuestro mejor amigo/a o nuestra pareja alguna vez fue un perfecto
desconocido/a para nosotros) y nos da algunas sugerencias para superar ese tipo
de bloqueos y ampliar nuestro círculo de amistades:
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En situaciones seguras, trata de conversar con
desconocidos. Preséntate o/y di alguna cosa intrascendente para mostrar tu
apertura al otro/a. Por ejemplo, si estás asistiendo a una cena con un grupo de
gente, puedes dirigirte a alguien que no conoces, y que te parezca accesible, y
decirle: “Hola, me llamo X… Encantado de conocerte… ¿Y qué?, ¿tú también es la
primera vez que vienes por aquí o ya conoces a mucha gente?”. O en el ascensor:
“Uff!, qué calor hace hoy, ¿verdad?”, etc. Lo que digas puede parecer banal
pero, en realidad, se trata únicamente de mostrarle al otro/a tu deseo de
establecer contacto animándole a que él/ella también lo haga si lo desea. No
quieras empezar la casa por el tejado diciendo algo muy interesante o brillante
pues, en este caso, probablemente sólo parecerías pedante o poco espontáneo.
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Hazte visible, no te escondas. Piensa que la timidez
puede ser confundida con arrogancia (sobre todo, si eres el tipo de tímido/a
que controla sus reacciones fisiológicas: rubor, nerviosismo, etc.)
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Intenta recordar el nombre de la otra persona. Llamar a
los demás por su nombre demuestra tu interés en ellos y les hace sentirse
acogidos. Utilízalo inmediatamente, para recordarlo mejor. Y si te olvidas de
alguno, no disimules y vuélveselo a preguntar con toda naturalidad: “Perdona,
¿me has dicho que te llamabas…?” No utilices diminutivos de los nombres y
procura pronunciarlos correctamente.
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Cuando hables, intenta mirar a la cara a la otra persona
y acompaña tus palabras de una sonrisa y/o de un gesto cariñoso.
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Piensa en los demás como personas que pueden aportarte
cosas, abrir nuevas dimensiones a tu vida y no como individuos a los que debes
temer.
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Piensa que los demás también tienen sus propias
inseguridades, o/y pueden ser igual de tímidos que tú o más. Y que quizás están
deseando que alguien se les acerque. Y que si tú siempre esperas a que sean los
demás quiénes tomen la iniciativa, en realidad, estás comportándote como un/a
egocéntrico/a, pues estás poniendo tu propia comodidad por encima de los demás.
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Finalmente, piensa que las cosas buenas les suceden a quienes
van a buscarlas, y no a quienes “miran los toros desde la barrera”.
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