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jueves, 22 de marzo de 2012

Los cuentos de Nasrudín: "el saben aquell que diu...?"

 
Sabido es de todos que el humor es una excelente terapia para el estrés. Asimismo, los cuentos y las metáforas siempre se han utilizado para despertar la conciencia y enseñar “verdades” de forma sencilla y amena, sin grandes teorías ni palabras grandilocuentes. Pues bien, hoy quiero hablaros de Nasrudín, un personaje mítico de la tradición popular sufí, una especie de antihéroe cuyas historias sirven para ilustrar o introducir enseñanzas propias de esta rama espiritual del islam. En cada una de esas historias (cuentos cortos) protagoniza una serie de “aventuras” que nos hacen reflexionar, con humor, acerca de situaciones de la vida cotidiana, a veces con contrasentidos y paradojas.

A título de ejemplo, aquí tenéis aquel de “¿saben de qué voy a hablarles?” (fuente: Wikisource):

Debiendo un día pronunciar un discurso en presencia de un auditorio numeroso y escogido el profesor Nasrudín, antes de entrar en materia preguntó a sus oyentes si sabían de qué les iba a hablar. Ellos le respondieron sencillamente que no.

-       Pues bien, yo tampoco- dijo Nasrudín escapándose a toda prisa.

Después de cierto tiempo, hallándose de nuevo delante de la misma reunión, comenzó preguntando:

-       ¿Saben de qué voy a hablarles?

-       Sí, lo sabemos- contestó el auditorio esperando obligarlo a tomar la palabra al haber contestado de forma diferente.

Pero el profesor, sin andarse por las ramas, les dijo:

-       Puesto que lo saben, no tengo necesidad de repetírselo- y acto seguido se fue.

La misma escena se repitió al día siguiente por tercera y última vez y, hecha por Nasrudín la consabida pregunta, uno de los concurrentes, que había tenido tiempo de reflexionar, respondió:

-       Algunos lo saben y otros lo ignoran.

Por un momento, nada tuvo Nasrudín que replicar y se creyó perdido. Pero al cabo de corto rato encontró con qué salir de su apuro el intrépido orador:

-       En tal caso, los que lo saben pueden tomarse la molestia de referirlo a los que lo ignoran y de esa suerte todos quedarán satisfechos.

Y se retiró majestuosamente, y más orgulloso y no menos admirado que Cicerón después de una de sus arengas.

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